Antes de escribir esto me he dejado sentir... muchas emociones son las que me abrazan en estos momentos.
El viernes después de los talleres solidarios fuimos a repartir la cena entre los sin techo de la estación del norte.
Nos estremeció desde la comprensión y el amor absoluto la historia de un hombre:
Se vino con su mujer de Rumanía dejando allí a sus hijos. Aquí su mujer le dejó por un colega de ellos con el cual ha tenido 1 hijo. El hombre de cierta edad lloraba y lloraba sin que le pudiéramos consolar ni con la comida, ni con nuestra presencia. Nos dijeron que él quería irse a su país y no sabía cómo hacerlo pues no tiene dinero para coger 1 billete...
Nos retiramos en silencio y gracias a que teníamos todavía un poquito de comida, hicimos la ruta habitual con el coche asistiendo con alimentos a todo el que salía al paso. Mientras, oía en la parte trasera del coche a mi hijo de 13 años sollozando en silencio por esa experiencia en la vida que, ya a temprana edad, puede entender el dolor y la necesidad del mundo sin haber abandonado su ciudad.
Gracias al todo por tus enseñanzas.
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